domingo, 9 de octubre de 2011

Tengo un millón de manías.

Tengo mil millones de defectos, sí. Soy tonta y me entero de cosas de las que me gustaría no enterarme. Soy incapaz de quedarme callada dos minutos, o de estar sin reír a veces cuando no hay que hacerlo o en los momentos serios. A veces me vuelvo loca, y grito, muchas veces. Me pico, sin motivo, hay veces que los piques me duran dos minutos, pero otras veces me duran días, semanas e incluso meses. Cuando me doy cuenta, que es una tontería, pido perdón y digo que nunca más volveré a hacerlo, pero todos sabemos que volverá a pasar.
He metido muchas veces la pata, por decir algo que no debía, por esos comentarios tan desafortunados que suelo decir, a veces lo que digo no le agrada a los demás y por ello tengo que decidir con las mejores palabras lo que voy a decir: primero me muerdo la lengua, y luego cuento hasta diez, después respiro tres veces, pienso, y vuelvo a morderme la lengua, entonces digo lo que tenía planeado.
Me he caído muchas veces, pero sorprendentemente sigo en pie, y pienso seguir estándolo durante mucho tiempo. Me he tropezado con la misma piedra, del mismo camino, del mismo lugar, del mismo país, del mismo continente, y del mismo mundo, una y otra vez; pero por eso, no voy a coger otro camino que me aisle de aquel lugar donde siempre termino por tropezar ya que algún día podré evitar esa piedra pero, ese día aún no ha llegado.
Pienso lo que quiero, digo lo que puedo, admito cuando las cosas están bien, y cuando están mal. Lo hago, porque puedo, y, aunque no quiero, se lo que tengo que hacer. No soy la más simpática, es más puedo llegar a ser borde pero sin embargo lo doy todo por aquel a quien quiero. Si me pillas de mal humor te puedo hacer sentir mal, pero si me pillas de buenas, aunque estés mal, te robaré una sonrisa. Pues eso de hacer sentir bien a la gente no se me da nada mal.

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